sábado, 31 de diciembre de 2022

 Lo que hemos dejado atrás

El caballo bermejo volvió a cabalgar, esta vez cerca de casa. ("Al que lo montaba se le concedió quitar de la tierra la paz para que se degollaran unos a otros" Apocalipsis). 

La caduca civilización occidental cerró filas y dejó en pausa rencillas estériles. Alguna vez, en el futuro, quizás alguien lleve a cabo un ejercicio de autocrítica, pero ese día aún no ha llegado.

Justo en nuestra frontera norte, Macron volvió a dejar a la ultraderecha fuera del Elíseo. Muchos respiraron aliviados y otros lloraron.

Algún tiempo después, las tornas se invirtieron cuando Giorgia Meloni, con Berlusconi y Renzi de maricahis, se instalaron en el poder, en la siempre imprevisible Italia

Las mujeres afganas verifican cada día a su costa que el pasado puede volver y que en su infierno no hay pausa prevista.

La energía escala precios inimaginables en todos los puntos cardinales; como de costumbre, más padece el que menos tiene.

El Planeta soporta el estío más tórrido del que se tiene noticia. Luego, las lluvias anegaron países enteros. No hay cambio climático, pero el clima no es el que conocíamos.

Ciento veintidós mil hectáreas de suelo español fueron pasto de las llamas. Ahora se habla de "incendios de tercera generación".

Putin cierra la salida de Ucrania al Mar Negro y amenaza con matar de hambre a docenas de millones de seres humanos.

La muerte, puntual, acaba con el mito de la inmortalidad de Isabel II de Inglaterra. Los fastos funerarios habrían ameritado un Homero para legar los fastos a la eternidad.

En Irán la policía de la moral acaba con la vida de una joven que llevaba mal puesto el velo. Las protestas continuan meses después. Aún hay esperanza. 

Boris Johnson, por fin, dimite; Liz Truss, la gran esperanza blanca, lo sigue cuarenta y cinco días después. En el Reino Unido, nada va bien. No, no parece que el brexit haya sido buena idea.

Jair Bolsonaro pierde frente a Lula da Silva; al más puro estilo Trump, el derrotado niega la evidencia y amenaza con resistir. Sus seguidores se encienden; el ejército se desentiende.

Pedro Castillo intenta disolver el Parlamento peruano y termina detenido por sus escoltas. La inestabilidad del área andina sigue creciendo.

Más al sur, la justicia argentina se pronuncia en contra de Cristina Fernández de Kirchner. Sus huestes y varias ministras de Unidas Poemos claman contra la dictadura de los togados. El resto del mundo verifica que, hasta para los mitos, todo tiene un límite.

Y del otro lado del Río Grande, Antonio Manuel López Obrador insiste en que Felipe VI debe pedirle perdón, en vez de disculparse él mismo por haber nacido.

El cerco de la justicia norteamericana a Donald Trump se estrecha. Hasta los jueces que él nombró le vuelven la espalda Él y cientos de miles de fanáticos insisten en la conjura del Nuevo Orden Mundial contra su inocente líder.

Siria, Yemen, Somalia, Mali, Sudán siguen desangrándose en guerras interminables que poco o nada interesan en el civilizado occidente cristiano. Kurdos, rohingyas, huigures o palestinos también siguen cayendo bajo las balas. Y tampoco parecen merecer nuestra compasión; están tan lejos…

Lionel Messi levantó el trofeo del mundial de fútbol en Catar mientras Rubiales cambiaba de seleccionador español. A rey muerto, rey puesto. 

Benedicto XVI, el Pontífice Emérito, fallece con el año, poco después de las 9 de esta última mañana del 2022.

Y España espera las doce campanadas escindida entre quienes optarán por el vestido de la Pedroche y los que preferirán las galas de la Obregón.


Feliz 2023.

 







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