sábado, 1 de abril de 2023

 Carta abierta a Joan Laporta

A modo de explicación previa


Dando por supuesto que mis lectores habituales estén tan hartos de la cansina política española como yo; tan hastiados como el vecino del cuarto de groserías, errores manifiestos, maniobras más o menos ingeniosas para pillar en falta al oponente; tan cansados de oír siempre las mismas frases predecibles como lo está esa cuñada tan mona que todos tenemos, este sábado, a las puertas de la Semana Santa, he decidido tomarme un respiro y ahí les dejo algunos comentarios nada trascendentes sobre algo que lleva ya semanas ocupando tiempo y espacio en los medios: la increíble y sorprendente historia de cuatro Presidentes seguidos del mismo Club de Fútbol que durante casi dos décadas estuvieron regalando, o pagando por sus servicios (eso está por ver) más de 7 millones de € por algo que, por el momento seguimos sin saber en qué consistió a quien ocupaba puestos que le inhabilitaban para esos negocios.


Señor Joan Laporta Estruch

Presidente del Fútbol Club Barcelona 

En su despacho, allá donde se encuentre           Madrid a 1 de abril de 2023


Muy Señor mío:

Me tomo la libertad de remitirle esta carta abierta a la que no espero contestación, que es más bien, como podrá comprobar, un desahogo a medio camino entre el enojo y la sorpresa. 

Acontecimientos que son de dominio público y que afectan al Club que usted preside, me llevan a reflexionar ante quien tenga la curiosidad de leerme sobre lo que está pasando en esa entidad que muchos insisten en afirmar que es "más que un club". Quizás tengamos margen para averiguar qué más, en concreto.

Permítame contarle algo que tal vez le sorprenda: pese a ser oriundo de Salamanca, de Ciudad Rodrigo para ser más preciso, (bellísima ciudad que le sugiero disfrute cuando sus ocupaciones se lo permitan) y de remitirle esta misiva desde Marbella, soy culé. Sí, Sr. Presidente, soy culé y lo soy desde bastantes años de que su mamá de usted lo trajera a este perro mundo: allá por los años 48 y 49, en el barrio por donde yo ganduleaba, soportábamos la tiranía de un forofo convicto y confeso del Valencia; entre que nos sacaba un par de años y que era el dueño del balón con el que jugábamos al fútbol en un descampado próximo a mi casa, trataba de imponernos a los demás su desmedido amor por el equipo de sus amores.

Siempre he sido un tanto aficionado a nadar contra corriente, así es que pregunté y averigüé que el equipo que por entonces traía al Valencia por la calle de la amargura era, precisamente, el Barcelona. Decidí, pues, que ésa era mi opción, así que, señor Presidente, siquiera sea como fidelidad a mi actitud infantil que me costó más de una docena larga de collejas, ahí sigo, fiel a los colores que entonces elegí, haciendo, incluso, caso omiso del ninguneo frecuente que he padecido en territorios alejados del Nou Camp o de las tonterías que a veces he tenido que oír de las bocas de más de un colega de usted; o de su mismos labios, para qué nos vamos a engañar.

Así que espero que no le extrañe que me desazone oír lo que a diario informan los medios de comunicación social a propósito de los insólitos movimientos de dineros que salían de las arcas que usted y sus predecesores deberían tener controladas y acababan en manos de cierto ex dirigente del estamento arbitral, cuyo nombre no tengo por qué andar aireando.

Quiero que sepa que, hasta cierto punto, lo entiendo. Lo entiendo, que no justifico, pero lo cierto es que el fútbol ya no es lo que era. Los jugadores de los 40, futbolistas como Badenes, Basora, los hermanos Gonzalvo o César; Ipiña o Molowni, Escudero o Juncosa, o Puchades, o Zarra, Panizo y Gaínza, ¿Qué tienen que ver con los Messi, Cristiano Ronaldo, Cross, Griezman y compañía? Muy poco; ni siquiera el balón tras el que corren; menos aún el dinero que ganan. 

No es más que un ejemplo, pero un jugador como Ramón Grosso que se retiró en el Real Madrid en el 76 y había sido internacional varias veces, llegó a ganar ¡un millón de pesetas al año! Ya sé que era otros tiempos, de eso se trata, pero hablamos de que un figura de un club puntero, llegó a ganar 6.000 € por temporada. Hace ya algunos años, más de un jugador sobrepasaba en España, los 100 millones de € anuales de ingresos.

Su viejo estadio, Las Corts, se inauguró con un aforo de 25.000 espectadores; la cuarta parte del de su estadio actual, para cuya remodelación usted está recaudando ahora préstamos multimillonarios suponemos que para competir en ostentación con su eterno rival

El actual presupuesto del Barça, en números redondos, alcanza los 1.225 millones de €, un 20 % más que el presupuesto municipal de Sevilla y el doble que el de Bilbao. El fútbol puede ser que siga siendo un deporte, pero es, desde luego, un negocio que mueve miles de millones de €, de $, de la moneda que quiera usted manejar. Puede gustarnos o no, pero así es.

Cuando uno es quien maneja este pastizal, cuando los controles sobre su uso son tan difusos como los que rigen el mundo del fútbol ¿qué tiene de xtraño que se le vayan entre los dedos, que se distraigan unos milloncejos de nada, algo más de 7 en casi 20 años? Por otra parte, en todo ese tiempo han pasado por su poltrona cuatro presidentes, usted dos veces, se ve que le va la marcha, así que, no llegan ni a dos millones por mandato ¿Es para escandalizarse?

Pues depende: si ese dinero ha ido a mejorar la equipación de la enfermería del barrio donde sus chicos entrenan, supongo que no; si va a parar al bolsillo de quien era el número dos del aparato arbitral, sí; rotunda, definitiva e inapelablemente sí. Y no pierda más tiempo ni más dinero tratando de convencernos que no "compró" nada, porque eso añadiría el insulto al engaño: sería tratarnos a los oyentes de tontos. 

Usted, Señor Laporta, abogado, fundador incluso de un bufete, tiene suficiente experiencia como para saber qué diferencias hay entre calumnias, indicios y pruebas. No trate de convencernos de lo contrario: sabe muy bien que el futuro inmediato no es nada halagüeño.

Y tampoco pierda el tiempo cazando fantasmas, Presidente; la pegunta retórica de ¿quién está tratando de perjudicar al Barça? tiene una contestación muy sencilla: Hay quien dice que todo empezó con Josep Lluis Núñez, pero, desde luego, Gaspart, usted mismo, Rosell y Bertoméu, han perjudicado al club que muchos seguimos.

Por descontado, usted, señor Presidente, prefiere acudir al argumentario clásico de su entorno: los enemigos del Barcelona son los de siempre, el Real Madrid, la Liga Española, La Federación Española, el Gobierno español… La cantinela de costumbre. Un catecismo clásico y predecible del que fue fundador de Democracia Catalana, el Partido gracias al cual usted llegó a diputado autonómico y a concejal de Barcelona. Victimismo puro y duro.

No obstante, es posible que, agotado el catálogo tradicional de enemigos de Cataluña, de Barcelona y de su Club le resulte algo más complicado meter en el mismo saco a lo que quiera que, cuando llegue el momento, decidan la UEFA o la FIFA. Que la suerte le acompañe, pero si tira de hemeroteca y revisa qué han hecho estos organismos con tramposos pillados en falta, no es para estar tranquilo.

No seré yo quien me salte a la torera el principio de presunción de inocencia, pero piense antes de hablar ¿Trata de convencernos de que cuatro Presidentes seguidos han tenido paniaguado, sostenido y retribuido a alguien que era el número dos del arbitraje sin recibir nada a cambio? ¿No ve que, además de poner en duda nuestra salud mental está insultando a quienes les fueron eligiendo mandato tras mandato? ¿O trata de decirnos que los necios son ustedes, los cuatro Presidentes?¿O prefiere que nos pongamos a imaginar qué quiere decir eso de que el Barça es más que un Club? ¿Qué, exactamente? ¿Una ONG para sostén de árbitros desvalidos?

Terminemos, señor Laporta: váyase haciendo a la idea de que a usted y a la entidad que preside no les queda más remedio que agotar el calvario. Descubierto el entuerto, los responsables serán juzgados y, si así vienen dadas, deberán hacer frente a las consecuencias. Un buen final, que podría ir adelantando, sería pedir perdón a su afición, irse a su casa y dejar que otro empiece cuanto antes la reconstrucción de uno de los clubes más prestigiosos del mundo.

Por lo que a mí respecta, puedo asegurarle que espero el día en que todo termine. Hasta entonces y a partir de ahí, tenga usted la seguridad de que seguiré siendo un fiel culé. Ni tipos como usted me harán cambiar de camiseta.


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