sábado, 29 de abril de 2023

 En vivienda tampoco habrá pacto de Estado

¿Para qué pactar si puedes pelearte?

España padece un serio problema de falta de viviendas. Un problema con muchas caras, a veces contradictorias. Hay viviendas vacías, pero, al mismo tiempo, no hay viviendas para todos. Muchos de los que quisieran comprar no pueden hacerlo, y bastantes de los que quieren alquilar, tampoco. 

Coexisten pueblos vacíos, abandonados, inmuebles muertos de asco, algunos de titularidad pública, con lista de espera de "okupas" dispuestos a ejercer por su cuenta y riesgo el derecho a una vivienda, sea suya o ajena.

La atribución constitucional de las competencias en materia de vivienda a las CC. AA., dan como resultado que, dependiendo del color del que gobierna, se amenaza con estrangular el mercado tratando de limitar precios, alquileres y usos alternativos, o se subasta el parque público de viviendas al mejor postor.

La legislación que regulaba hasta ahora este galimatías es antigua, fragmentaria y, a veces, contradictoria. Y en éstas andábamos cuando el Gobierno, este Gobierno, Gobierno de coalición, o Gobierno Frankestein, depende del gusto del consumidor, anuncia "la primera Ley de Vivienda de la democracia". Primera porque hasta ahora nadie había hincado el diente al problema. Primera, sí, pero no necesariamente buena, que es condición que no depende del orden, sino del contenido.

No hacía falta contar los votos para adivinar el resultado: no habría acuerdo entre los dos grandes bloques. Ni siquiera habría una segunda edición del acercamiento PP/PSOE de la semana anterior


¿Y el contenido es bueno o es malo?

Depende, que dirían los paisanos del aspirante a inquilino de La Moncloa. La Ley se ha aprobado con los votos en contra de Vox, PP, Ciudadanos, Junts per Cat, PNV y Coalición Canaria. Pese a lo que diga Núñez Feijóo, no parece que el sentimiento nacionalista haya influido en el voto ¿Quién es más independentista, Otegi o El Gran Fugado? Tal parece que esta vez, los bloques se han agrupado en función del componente económico de su catecismo ideológico más que por el amor o el desamor a la unidad de España.   

La Ley no es muy larga, 43 artículos, amén de una prolija exposición de motivos con mucha llamada a Europa, y once disposiciones más, entre finales transitorias, adicionales y derogatoria. Farragosa, técnicamente imprecisa y rebuscadamente barroca, incluyendo invenciones terminológicas no previstas todavía por la RAE. ¡Que ganas de complicarse la vida o de no tener bastante con el vocabulario disponible! "Las palabras de las Leyes han de ser claras para que todo hombre las entienda y guarde en su memoria ", se decía en el Código de las 7 Partidas. Aquí es al revés: es un redactado sólo asequible para los que estén en el secreto. Alfonso X el Sabio lloraría si tuviera que desentrañar la terminología de esta Ley.

¡Ah, el viejo Código Civil! Data de 1889 pero los artículos que perviven en su decimonónica versión se entienden a la primera, tanto por jueces y letrados como por diletantes y menestrales sin formación jurídica. Estuvo redactado con esmero y sosiego y por auténticos maestros en el arte de legislar, un arte que no es ni puede ser panfletario, doctrinario ni vasallo de los últimos modismos, porque se legisla para todos, no sólo para los cofrades.

¿Esta Ley? Llena de conceptos y términos procedentes de la sociología, la ciencia política o el periodismo, carentes de cualquier pretensión de rigor técnico, oscilante entre el ser y el deber ser, es tan vulnerable, valga la expresión, como los ciudadanos que con tanto ahínco pretende proteger de caseros desalmados. Luego habrá que aplicarla y ahí empezarán los problemas; ruego a los dioses que no acabemos como con ésa otra Ley que con tanto afán defendía el dúo Montelarra, mientras tres cuartos de los votantes clamaban por que fuera corregida cuanto antes.

Esas objeciones, no obstante, no son lo importante. Cuestión de acostumbrarse y de convencer a los jueces de que lo que importa es lo que se busca, no lo que se dice. La Ley toca uno de los elementos clave en el escenario sobre el que se desenvuelve la vida del ciudadano, y eso la hace primordial. Que sea orgánica o no es otra cuestión, pero es decisiva para tratar de asegurar el bienestar de los españoles. 

Pienso dedicarle al tema algún post más. En éste, sólo quisiera poner de manifiesto, que, según mi personal punto de vista, nadie ha hecho ningún esfuerzo serio para elaborar una Ley que perviviera en el tiempo, que trascendiera la alternancia de los Partidos, que se hubiera basado en el consenso (algo de lo que todos hablan y nadie mueve un dedo para conseguir)

La cercanía de procesos electorales, el empecinamiento de unos y de otros y la distancia ideológica entre quienes están a ambos lados de la línea imaginaria que separa al Gobierno de la oposición, lo ha hecho inviable. Mal por ellos y peor para nosotros.

Pese a todo, o precisamente por todo ello, en los tiempos que se avecinan la recién nacida será usada contra el otro como si fuera un ariete, sea quien sea el que saque el tema. Ésta, la Ley del sólo sí es sí, Doñana y alguna otra cuestión aburrirán nuestros oídos. En la mayoría de los casos nadie logrará cambiar el punto de vista que cada uno tuviera antes de empezar el sarao, pero para eso se inventaron las campañas electorales, para tratar de que se vote contra el adversario .

Llegado el día yo también votaré, pero, mientras tanto, permítanme que hoy les deje un pequeño muestrario de juicios apresurados  pendientes de desarrollo. Los próximos fines de semana entraremos en materia.


Ninguna obra humana es perfecta (ni absolutamente perversa)

Cuestión distinta es que lo que a Juan le parezca bien, sea precisamente lo que a Pedro le disguste. Por ejemplo.

  • A mí me parece que todo lo que sea incrementar el parque de viviendas, es bueno. Es de Perogrullo, pero se reparte mejor cuando hay abundancia que cuando escasea lo que sea que se quiera repartir. Por eso habría que crear las mejores condiciones para que la actividad de construir viviendas resulte atractiva.
  • El mercado tiene sus leyes. Puede actuarse "en" el mercado e influir en él desde dentro, pero encorsetarlo no suele servir para casi nada. A veces, para provocar el efecto contrario al que se busca. El racionamiento trae mercado negro, el "estraperlo", la trampa.
  • Una bajada de precios consecuencia de un incremento de la oferta, es natural y suele ser duradera. Si lo que trata de provocarla es una prohibición, aparecerán pagos en B, simulaciones y especulación. No es un argumento, es una evidencia. Por tanto, aumentar el parque de viviendas públicas, abaratará los precios de los alquileres. Y eso, se supone, es algo que casi todo el mundo busca.
  • La propiedad privada es un derecho amparado por la misma Constitución que en su artículo 47 establece el derecho al disfrute de una vivienda digna y adecuada. Un artículo  que impone a los poderes públicos el deber de promover las condiciones necesarias que garanticen la igualdad en el ejercicio de los derechos y el cumplimiento de los deberes constitucionales. La obligación, relean el texto del artículo, se le impone al Estado, no a los particulares.
  • "Okupar" una vivienda ajena y obligar a que sea el propietario quien tenga que demostrar que el "okupante" no es vulnerable, es una barbaridad jurídica. Estoy convencido de que es inconstitucional, pero eso ya se verá. De momento, me parece preocupante que, una vez más, se opte por invertir la carga de la prueba. Suele ser un camino para señalar de antemano al culpable, que no siempre es el que comete el desafuero.
  • Volveremos sobre el tema, pero ¿imaginan que tras el asalto a un banco se obligara a que fuera el director de la sucursal quien tuviera que demostrar que el atracador no era tan pobre que ya no tenía ni para merendar esa tarde?
  • En resumen, la obligación de facilitar vivienda digna y adecuada, lo dice la Constitución, le corresponde a los poderes públicos, no al ciudadano, sea éste propietario de una casa, de dos o de cuarenta y siete.

Y hoy, prefiero dejarlo aquí. Tiempo tendremos de opinar sobre lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, lo progre, lo carca y lo redicho que contiene "La Primera Ley de La Democracia", así, mayúsculas gratuitas, incluidas.


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